6.25.2011

Anais Nin, Henry y June



Anaïs Nin supo muy pronto que iba a ser escritora. A los siete años firmaba sus relatos: «Anaïs Nin, miembro de la Academia Francesa.» En su francés de colegiala escribió numerosos cuentos y obras de teatro que brotaban de forma espontánea de su imagina­ción sumamente dramática, acentuada por su necesidad de contro­lar a sus dos hermanos menores. Anaïs descubrió que solamente alcanzaba ese control contándoles historias interminables y dán­doles papeles en sus producciones teatrales. 
En 1914, a los once años, comenzó el ahora famoso diario como una serie de cartas a su padre, que había abandonado a la familia. Trataba al diario como a un confidente y escribió en él casi cada día de su vida, en francés hasta 1920, y en inglés después. (Los ma­nuscritos, que ocupan unas 35.000 páginas, se hallan en el Departa­mento de Colecciones Especiales de la Universidad de California, en Los Angeles.) La disciplina de escribir un diario sin lectores ni censura confirió a Anaïs, a lo largo de los años, una habilidad es­pecial para describir sus emociones, que alcanzó en el período de Henry y June, iniciado en 1931.
Escribió de forma continua, tanto obras de ficción como en el diario, durante cuarenta y cinco años más. La Anaïs del diario y la Anaïs novelista tenían una relación incómoda. En 1933 escribió en el diario: «Mi libro (una novela) y mi diario se interponen cons­tantemente el uno en el camino del otro. Me es imposible divorciar­los ni reconciliarlos. Sin embargo, soy más leal a mi diario. Incluyo páginas del diario en el libro, pero nunca pongo páginas del libro en el diario, lo cual viene a demostrar una lealtad humana a la au­tenticidad humana del diario.»
A finales de los años veinte, John Erskine le expresó a Anaïs que su diario contenía lo mejor que había escrito y ella empezó a darle vueltas a la idea de publicar «muchas de sus páginas». En aquel momento hubiera podido publicarse completo, pues no tenía nada que ocultar. Fue a partir de entonces cuando Anaïs elaboró varios planes de publicación: transformar el diario en ficción, pre­sentarlo bajo forma de diario con nombres ficticios, o bien incluir tanto nombres ficticios como reales. Sin embargo en 1932, año en que inició con Henry Miller lo que iba a convertirse en una bús­queda del amor perfecto que se prolongaría a lo largo de toda su vida, se dio cuenta de que no podría publicar el diario tal como lo escribía sin herir a su esposo, Hugh Guiler, así como a otros. Se dedicó, entonces, a publicar sus escritos en ficción.
A mediados de la década de los treinta, tras comprobar que con sus relatos y novelas no obtenía sino un reconocimiento limi­tado a su círculo, ideó otro método más factible de publicar el diario evitando el riesgo de herir a los demás. Decidió usar los nombres verdaderos pero, eso sí, omitiendo todo lo referente a su vida personal, a su marido y a sus amantes.
Después de leer Henry y June, cualquiera que conozca el primer diario publicado (1966) se dará cuenta de que se trataba de un ingeniosísimo recurso. Proba­blemente, la Anaïs del diario hubiera dado comienzo al texto ini­cial en su verdadero inicio, en 1914, mas la Anaïs novelista, siempre dominante, decidió empezar en 1931, el período más interesante y dramático, justo cuando acababa de conocer a Henry y June Miller. Es un repaso de ese período desde una perspectiva distinta y presenta un material que fue excluido del diario original y que nunca ha sido publicado. Era deseo de Anaïs que se contase toda la historia.
El texto ha sido extraído de los diarios treinta y dos a treinta y seis, titulados «June», «Los poseídos», «Henry», «Apoteosis y caí­da», y «Diario de una poseída», escritos entre octubre de 1931 y octubre de 1932. Se han elegido los pasajes que se centran en la historia de Anaïs, Henry y June. Se ha excluido en su mayoría el material aparecido en Diario I (1931-1934), aunque algunos frag­mentos aparecen repetidos con el fin de que el relato resulte cohe­rente.
Éste fue el período más fecundo de Anaïs en lo que hace refe­rencia al diario. Sólo en 1932, llenó seis cuadernos. En ellos encon­tramos sus primeras experiencias en el género erótico. La puritana muchacha católica, incapaz de describir en su diario lo que para su mente inocente no eran sino experiencias salaces de modelo, se enfrentaba ahora a la necesidad de registrar el despertar de su pa­sión. Naturalmente, ésta se vio influida por el estilo y el vocabulario de Henry Miller, pero a la pos­tre prevalece su propia voz y sus es­critos reflejan el frenesí emocional y físico de ese trascendental año de su vida. Jamás volvería a ser tan fogosa.

Rupert Pole. Albacea, Fideicomiso de Anaïs Nin Los Angeles, California. Febrero, 1986


PARÍS. OCTUBRE 1931

Mi primo Eduardo llegó ayer a Louveciennes. Charlamos a lo largo de seis horas. Él llegó a la misma conclusión que yo: que ne­cesito una mente mayor, un padre, un hombre más fuerte que yo, un amante que me guíe en el amor, porque todo lo demás es dema­siado autocreado. El impulso de crecer y de vivir intensamente es tan imperioso en mí que me es imposible resistirme a él. Trabajaré, amaré a mi marido, pero también me realizaré a mí misma.
Mientras hablábamos, Eduardo empezó a temblar de repente y me tomó la mano. Dijo que yo le pertenecía desde un buen co­mienzo, que un obstáculo se interponía entre nosotros: su miedo a la impotencia porque, al principio, yo había despertado en él un amor ideal. Le ha afectado enormemente el darse cuenta que los dos buscamos una experiencia que tal vez nos hubiéramos podido proporcionar mutuamente. También a mí me ha parecido extraño. Los hombres que quería no los podía conseguir. Pero estoy decidida a vivir la experiencia en cuando se cruce en mi camino.
–La sensualidad es un secreto poder en mi cuerpo –dije a Eduardo–. Algún día se manifestará, sana y abierta. Espera un poco.
¿O es que el secreto del obstáculo que se interpone entre no­sotros no consiste en que su tipo es la mujer corpulenta y rolliza, bien arraigada a la tierra, en tanto que yo seré siempre la virgen-prostituta, el ángel perverso, la mujer siniestra y virtuosa de dos caras?

Hugo llegó a casa tarde durante una semana seguida y yo no di muestras de enfado, tal como me había propuesto. El viernes em­pezó a preocuparse y dijo:
–¿No te das cuenta de que son las ocho menos veinte, de que he llegado muy tarde? –Los dos nos echamos a reír. No le gustó mi indiferencia.
Por otra parte, nuestras disputas, cuando se producen, parecen más intensas y emocionales. ¿Son nuestras emociones más fuertes ahora que les damos rienda suelta? En nuestras reconciliaciones se da cierta desesperación, una nueva violencia tanto en los enfados como en el amor. No persiste más que el problema de los celos. Es el único obstáculo a nuestra completa libertad. Ni siquiera puedo hacer mención a mi deseo de ir a un cabaret donde pudiéramos bai­lar con bailarines profesionales.
Ahora llamo a Hugo mi «pequeño magnate». Tiene un nuevo despacho privado del tamaño de un estudio. El edificio entero que ocupa el Banco es magnífico y estimulante. Muchas veces lo espero en la sala de juntas, donde hay unos murales con vistas aéreas de Nueva York, y siento que la fuerza de esa ciudad alcanza hasta aquí. Ya no me dedico a criticar su trabajo porque ese conflicto lo hunde. Ambos hemos aceptado al banquero genial como una realidad y al artista como una muy vaga posibilidad. Sin embargo, la psicología, que es un pensamiento científico, se ha convertido en eficaz puente entre sus actividades bancarias y mi trabajo de escritora. Dicho puente puede cruzarlo sin excesivos sobresaltos.
Es cierto, como dice Hugo, que yo llevo mis pensamientos y especulaciones al diario y que él sólo es consciente del dolor que puedo causarle cuando ocurre algún incidente. Sin embargo, yo soy su diario. Sólo es capaz de pensar en voz alta conmigo o a tra­vés mío. El domingo por la mañana empezó a pensar en voz alta acerca de las mismas cosas que yo había consignado en el diario, de la necesidad de orgías o de buscar satisfacción en otras direccio­nes. Cayó en la cuenta de esa necesidad mientras hablaba. Decía que ojalá pudiera ir al baile de Quartz Art. Se quedó tan sorpren­dido de sí mismo como yo ante la repentina alteración de su ex­presión, de la relajación de su boca, y de la aparición de unos ins­tintos que nunca hasta entonces habían aflorado a la superficie.
Intelectualmente me lo esperaba, y sin embargo me desmoroné. Sentí un agudo conflicto entre ayudarlo a aceptar su propia natu­raleza y preservar nuestro amor. En tanto le pedía perdón por mi debilidad, sollocé. Se mostró tierno y desesperadamente arrepentido; me hizo alocadas promesas que no acepté. Cuando cesó mi dolor, salimos al jardín.
Le propuse todo tipo de soluciones. Uno era que me dejara marchar a Zurich a estudiar para dejarle temporalmente en liber­tad. Nos dábamos plena cuenta de que no éramos capaces de hacer frente a nuestras nuevas experiencias ante los ojos del otro. Otra era dejarle vivir en París durante un tiempo: yo me quedaría en Louveciennes y le diría a mi madre que él se encontraba de viaje. Lo único que yo pedía era tiempo y distancia entre nosotros, que me permitieran enfrentarme a la vida a la que nos estábamos lan­zando.
Él rehusó. Dijo que en aquel momento no podría soportar mi ausencia. Sencillamente, habíamos cometido un error: habíamos progresado con demasiada rapidez. Habíamos provocado problemas que, físicamente, éramos incapaces de afrontar. Él estaba agotado, casi enfermo, y yo también.
Nuestro deseo es disfrutar de nuestra nueva intimidad durante cierto tiempo, vivir enteramente en el presente, posponer todo lo demás. Únicamente nos pedimos tiempo para volver a ser razona­bles, para aceptarnos a nosotros mismos y a las nuevas condiciones.
–¿El deseo de orgías es una de esas experiencias que es pre­ciso vivir? –pregunté yo a Eduardo–. Y, una vez vividas, ¿se pue­de seguir adelante, sin volver a sentir idénticos deseos?
–No. –dijo–. Una vida de liberación de los instintos se com­pone de diferentes estratos. El primero conduce al segundo, el se­gundo al tercero y así sucesivamente. Al final, se llega a los placeres anormales. No sabía cómo Hugo y yo podíamos preservar nuestro amor en esta liberación de los instintos. Las experiencias físicas, puesto que están faltas de la alegría del amor, requieren de artilugios y de perversiones para conseguir el placer. El placer anormal anula el gusto por el normal.
Todo esto, Hugo y yo lo sabíamos. Anoche, cuando hablamos, juró que no deseaba a nadie más que a mí. También yo estoy ena­morada de él, de modo que vamos a dejar este asunto en un se­gundo plano. Sin embargo, la amenaza de esos instintos díscolos está ahí, en el propio amor que sentimos.

6.02.2011

¡Que me engañen siempre asi! Narración del Marques de Sade..

Extracto de “Cuentos, historietas y fábulas” del Marques de Sade.

¡QUE ME ENGAÑEN SIEMPRE ASÍ!
Hay pocos seres en el mundo tan libertinos como el cardenal de..., cuyo nombre, teniendo en cuenta su todavía sana y vigorosa existencia, me permitiréis que calle. Su Eminencia tiene concertado un arreglo, en Roma, con una de esas mujeres cuya servicial profesión es la de proporcionar a los libertinos el material que necesitan como sustento de sus pasiones; todas las mañanas le lleva una muchachita de trece o catorce años, todo lo más, pero con la que monseñor no goza más que de esa incongruente manera que hace, por lo general, las delicias de los italianos, gracias a lo cual la vestal sale de las manos de Su Ilustrísima poco más o menos tan virgen como llegó a ellas, y puede ser revendida otra vez como doncella a algún libertino más decente. A aquella matrona, que se conocía perfectamente las máximas del cardenal, no hallando un día a mano el material que se había comprometido a suministrar diariamente, se le ocurrió hacer vestir de niña a un guapísimo niño del coro de la iglesia del jefe de los apóstoles; le peinaron, le pusieron una cofia, unas enaguas y todos los atavíos necesarios para convencer al santo hombre de Dios. No le pudieron prestar, sin embargo, lo que le habría asegurado verdaderamente un parecido perfecto con el sexo al que tenía que suplantar, pero este detalle preocupaba poquísimo a la alcahueta... «En su vida ha puesto la mano en ese sitio -comentaba ésta a la compañera que la ayudaba en la superchería-; sin ninguna duda explorará única y exclusivamente aquello que hace a este niño igual a todas las niñas del universo; así, pues, no tenemos nada que temer...»

Pero la comadre se equivocaba. Ignoraba sin duda que un cardenal italiano tiene un tacto demasiado delicado y un paladar demasiado exquisito como para equivocarse en cosas semejantes; comparece la víctima, el gran sacerdote la inmola, pero a la tercera sacudida:
-¡Per Dio santo! -exclama el hombre de Dios-. ¡Sono ingannato, quésto bambino è ragazzo, mai non fu putana!
Y lo comprueba... No viendo nada, sin embargo, excesivamente enojoso en esta aventu- ra para un habitante de la ciudad santa, Su Eminencia sigue su camino diciendo tal vez como aquel campesino al que le sirvieron trufas en lugar de patatas: «¡Qué me engañen siempre así!» Pero cuando la operación ha terminado:
-Señora -dice a la dueña-, no os culpo por vuestro error.
-Perdonad, monseñor.
-No, no, os repito, no os culpo por ello, pero si esto os vuelve a suceder no dejéis de advertírmelo, porque... lo que no vea al principio lo descubriré más adelante.






5.20.2011

Kamasutra para la Mujer

Hace ya varias décadas que las mujeres iniciaron una verdadera «revolución», reclamando el derecho a disfrutar libremente de su sexualidad y, sin embargo, pese a los grandes cambios sociales que las han llevado a avanzar en todos los aspectos, el erotismo -para muchas- sigue siendo una esfera limitada.
Esto sucede porque a veces resulta imposible desvincular el goce sensual del amor pero, si bien es cierto que las emociones y la proximidad afectiva son importantes, también lo es la pasión, ya que se puede sentir atracción física al margen de otros sentimientos.

Asimismo, sen la edad, los prejuicios o la educación restrictiva siguen pesando demasiado.
Mientras el hombre acepta sin problemas este aspecto de su vida, estimulado por la sociedad, la asignatura pendiente de la mujer de este nuevo siglo es comprender que sus Instintos sexuales son naturales, por lo que deben no sólo no reprimirlos, sino disfrutarlos plenamente. Sentirse atraída y excitada por un hombre y gozar de la sensualidad no es libertinaje sino auntica libertad que, si la mujer la vive sin culpas ni verenza, le procurará verdadero placer en todas las esferas, emocional, física y psicológica.

Cuando dos personas se funden en una relación sexual apasionada y se lanzan al juego del amor, dándose goce mutuamente, crean juntas una de las más bellas y puras situaciones que podemos experimentar. El universo de los sentidos es una fuerza natural e insoslayable que todas las mujeres pueden y merecen alcanzar para llenar su vida de riqueza sensorial y plenitud.

En esta misma colección, títulos como El nuevo Kama-sutra ilustrado y Placer sin límites, que tratan  el  erotismo en  ambos sexos, han evidenciado la  necesidad de individualizar la sexualidad femenina en esta nueva obra. Así, este libro erótico va dirigido en especial a las mujeres a fin de que disfruten de un mundo sensual vibrante y compartido, pero también a los hombres, que hallarán las pautas para entender a esas grandes desconocidas.

Introduccion del Kamasutra para la Mujer de Alicia Galloti. Mis Libros Eroticos




5.17.2011

Elfos Oscuros 2 - la trilogia de Jet Mykles..

Elfos Oscuros 2 – Domada.. (trilogía)
Extracto del 1er. Capítulo – Fuente: Mis Libros Eróticos
La luz del sol había desaparecido de las grietas dentro de la espesa capa de hojas y ramaje. Pronto sería de noche. Cuando los vagones llegaron a un pequeño arroyo que discurría junto a la carretera, el Amo de la caravana hizo un alto. En silencio, con rapidez, la docena de guardias se apearon y se dedicaron a sus tareas nocturnas. Los caballos fueron bañados, las fogatas fueron construidas, y el Amo de la caravana encendió el fuego para cocinar y hacer el cocido nocturno. El ayudante del Amo, un hombre pequeño con una túnica de tejido casero y un collar de esclavo, llenó las bolsas de agua y se dispuso a darles a los esclavos de dentro de los vagones.
Suzana esperaba su turno, muy acostumbrada a la rutina después de varias noches de lo mismo. Como la más pequeña de las cinco mujeres de la carreta, ella fue la última en conseguir agua, simplemente ella se resistió a agarrar el odre[1] la primera. Mientras esperaba, echó un vistazo hacia fuera, hacia los árboles de alrededor. Con el inicio de la noche, los árboles retorcidos gigantes adquirieron un aspecto más siniestro, las ramas más altas se entrelazaban sobre el camino y el balbuciente arroyo.
 Al principio se preguntó por qué el campamento fue hecho en el camino.
Entonces una de las mujeres le explico que ese era el Bosque Oscuro. Al ver la mirada en blanco de Suzana, la mujer y algunos de sus compañeros se embarcaron en historia tras historia de personas que entraban en el bosque, para nunca ser visto otra vez. Historias de hombres arrogantes, que pensaban que el mundo era de ellos, daban un paso fuera del camino, sólo para que sus huesos fueran encontrados días más tarde y a millas de distancia, todavía dentro de su armadura. Cuando los cuerpos eran hallados, estaba claro que el daño no lo causaba el ataque de un animal.
Los cuerpos eran siempre de hombres, nunca de mujeres o niños. Algo inteligente vigilaba el bosque, algo que a menudo - pero no siempre - permitía cruzar las únicas vías, a caravanas de comercio aisladas dentro de la periferia del bosque, pero rara vez permitía que viajeros solitarios se volvieran a ver. Suzana no estaba segura de creer en las historias, pero si incluso una cuarta parte fuera verdad, valía la pena ser precavida.
Ella tomó el odre de la última mujer y bebió hasta llenarse. El abundante guiso era lo próximo. No era sabroso, pero tampoco horrible. Al menos los cuencos de madera se enjuagaban siempre en los arroyos por los que se detenían todas las noches.
 Esta noche estaba extrañamente tranquila. En noches anteriores, abundaban sonidos de animales en la hierba crujiente, distante resoplidos, y gritos a lo lejos. Los animales habían aprendido, al parecer, que los humanos estaban restringidos al camino. Pero esta noche, todos los sonidos fueron silenciados.
O habían desaparecido.
Los guardias se acurrucaban al lado de las hogueras que marcaban las esquinas del campamento, enfrentando a la oscuridad más allá de la luz. Dormían por turnos. Los que permanecían despiertos no quitaban los ojos de los siniestros árboles. El Amo de la caravana se detuvo junto a la puerta del vagón que contenía sus esclavas. Su ayudante las tomó a una por una y las llevo a la orilla del arroyo para aliviarse[2] y enjuagarse, mientras él actuaba de centinela. A pesar de que los había contratado, el Amo no se fiaba de sus guardias con las hembras. Era una carga preciosa y tenía que llegar a destino sin ser molestadas.
Especialmente Suzana. Cuando llegó su turno, él mismo la acompañó hasta las aguas poco profundas del arroyo. Luchó contra la vergüenza que obtenía noche a noche al realizar su aseo ante una audiencia. El Amo de la caravana sabía que era virgen, porque la había visto con su familia antes del naufragio que había matado a todos. Él hizo grandes esfuerzos para mantener su pureza.
Ella esperó, con los ojos desviados, mientras él abría y quitaba el cinturón de castidad atado a su cintura. No hizo mucho, vigilando cerniéndose sobre ella, alerta a cualquier de sus hombres, pudiera tener la oportunidad de ganar su premio. Ella lo ignoro lo mejor que pudo, terminó su aseo, después esperó a que pusiera de nuevo el seguro.
"¡Usted obtendrá el mejor precio!" Le paso suavemente la mano por la cabeza, acariciando su cabello largo y negro. Ella evitó sus ojos, odiando la mirada que sabía estaba allí. Una mirada lujuriosa sobre ella. No por su cuerpo, sino por el oro que su venta le traería. ¡Era repugnante!
 Ella iba delante y los guardias más cercanos le cedieron el paso, se dirigió a la carreta, con los ojos dirigidos al suelo delante de ella y no a los rostros curiosos con miradas que amenazaban con precipitarse sobre su cuerpo.  Había cometido el error de mirar para arriba durante una de las primeras noches, y todavía podía sentir el deseo palpable de los guardias, dirigido a su cuerpo.
El asistente estaba de pie junto a la puerta abierta del vagón, con una mirada en blanco en su rostro. Ella frunció el ceño hacia él, pero él no la veía. El sonido de una fuerte caída la hizo girar alrededor justo a tiempo para ver la caída del Amo de la caravana en un montón, al suelo. Se puso de pie, sorprendida, sin poder creer claramente lo que veía. ¡No solamente el Amo de la caravana estaba desmayado, sino todos sus guardias parecían estar en el mismo estado!
"¿Qué ha pasado?", Preguntó la voz asustada de una de las esclavas.
Suzana negó con la cabeza.
"¡Madre de los dioses!", Exclamó uno de los hombres del otro vagón. Suzana viró a ver lo que apuntaban en los árboles.
Ella miró. Y quedó sin aliento.
 Hombres con pieles como ningún otro, a lo lejos desde las sombras. Al principio sólo vio blancos flotantes, que pronto se materializó en el pelo de un sin número de cabezas. Los cuerpos bajo el pelo eran sorprendentes, las pieles más oscuras que la noche, brillando bajo la luna irregular. Cuerpos masculinos, músculos esculpidos en la carne oscura. Unos pocos llevaban únicamente pantalones y botas, el resto chalecos abiertos que revelaban hectáreas de piel.
Suzana dio la vuelta para ver más de ellos emerger desde el lado opuesto del camino.
¡Todos estaban alrededor! Los esclavos, solamente los que no se desmayaron en un profundo sueño, lloraron y murmuraron lastimosamente cuando los hombres de piel negra se acercaron. Suzana Sólo podía mirar, atónita. Terrorífico, sí. ¡Pero todos eran increíblemente hermosos!
Hablaban entre sí en tonos bajos, sus voces avanzando con estruendo. No era un idioma común. Incluso Suzana, que hablaba con fluidez en dos idiomas y que podría reconocer al menos una docena de otros, no lo reconoció. Algunos se detuvieron ante los hombres que estaban fuera de la carreta, para estudiar a los humanos cobardes. La mayoría de ellos, sin embargo, se acercaron a las mujeres de la carreta. Un par de ellos en particular le llamaron la atención.
Por la forma que apuntó y vociferó y otros lo obedecieron, estaba claro que él era el líder. De pie era la mitad más alto que Suzana, su torso delgado escasamente cubierto por un chaleco de color púrpura oscuro. Su pelo era de un blanco lechoso liso y caía en ondas sueltas hasta justo debajo de sus hombros. Él volvió la cabeza, y numerosos aros que agujereaban la oreja derecha brillaron. Señaló su oreja.
¿Elfos? Pero Suzana se había reunido antes con los elfos en la corte. Nunca en su vida había visto ninguno con la piel tan oscura u ojos de color rojo tan vivos como los del líder, quien estaba de pie a una distancia de un brazo delante de ella. Su compañero, igual de oscuro y exóticamente hermoso, enojado detrás del aturdido - ¿Cómo se escribe? - Ayudante, que todavía estaba en la puerta del vagón.
El dulce elfo de pelo blanqueado cayó hacia delante, ocultando su rostro, mientras se inclinaba hacia el hombre y murmuraba. El ayudante volteo los ojos echando su cabeza hacia atrás y se dejó caer al suelo.
Una mujer gritaba en el carro, el sonido penetraba en la noche tranquila. Suzana intento dar un paso atrás, sólo para encontrar su espalda apoyada contra la pared del vagón.
"No tengas miedo", dijo el líder en un claro idioma común.
"¿Quién eres?" Suzana se oyó decir.
Sus ojos, rojos como la sangre fresca brillaban débilmente, fijos en ella. Labios de obsidiana estirados hacia atrás con una media sonrisa; una ceja arqueada cubierta de nieve. "Hemos venido a salvaros, bella dama".
 Su corazón brincó.

Elfos Oscuros

Suzana ha perdido todo lo que le era querido, su familia muertos en el mar. Ella, un mago musical de noble cuna, ha sido capturada por esclavistas. Sola, desamparada, no puede hacer nada más que llorar. Pero a continuación, la caravana de los negociantes es llevada al oscuro bosque por los misteriosos raedjour que están decididos a tomar algo que ella todavía llama suyo: su cuerpo.
La captura de Suzana es motivo de celebración entre los raedjour, las vírgenes son muy apreciadas, y se lleva a cabo un torneo, por el honor de tomar su virginidad. Y una vez que sea tomada, ella pasará a un guerrero diferente cada nueve días, hasta que encuentre a su Verdadera Pareja.
Desde el momento en que la vio, Krael supo que Suzana sería su conquista.
Su blando cuerpo le incita a la lujuria,  perfeccionada a lo largo de muchos ciclos de placer y de entrenamiento de mujeres. Tendria su cuerpo, sí, pero no tiene interés en encontrar a su Verdadera Pareja. Hasta que, el rey de Krael, ha decidido a tomarla, crece entonces la determinación de Krael decidido a ser su amo, él solo. ¿Te has preguntado cómo sería ser utilizada, complacida... Domada?

Reseña de la 2 entrega de la triologia de Jet Mykles ELFOS OSCUROS

5.11.2011

Kamasutra ilustrado en imágenes occidentales

La unión del Antílope.

De rodillas sobre el suelo, la mujer se yergue tomando apoyo contra el borde de la cama. El hombre la penetra por detrás, erguido sobre las rodillas.

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Variante : la mujer puede, o guardar sus piernas abiertas, colocándolas por ambas partes de las de su pareja para ofrecer una apertura vaginal máxima, o cerrar sus muslos uno contra el otro para comprimir la vagina y así apretar la verga.
Los más
·       Buena estimulación de las paredes frontales de la vagina y del punto G.
·       Posibilidad para el hombre de estimular el clítoris y los senos de su pareja
·       La mujer puede fantasear más fácilmente sobre parejas imaginarias.
Los menos
·       Cuidado con los rasguños de las rodillas.


La postura del Arbol a Fruta.

Una variante de la posición del Indra proporcionando sensaciones similares disminuyendo la sensación de aplastamiento ejercido por el hombre sobre su pareja. La mujer guarda una pierna sobre el busto del hombre y libera la otra desplegándola sobre el costado.

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*                 Penetración profunda.
*                 Fuerte estimulación gracias a la compresión del vientre y de la vagina.
Los menos
*                 Potencialmente doloroso si el pene toca el fondo de la vagina.

La postura de la Balanza.

El hombre está sentado sobre el borde de la cama o sobre una silla. La mujer le da la espalda antes de sentarse sobre sus muslos. Una vez el pene en ella, ella puede entonces agacharse hacia adelante para llegar a una posición de equilibrio y balancearse a lo largo del pene. Para estabilizar la posición, la mujer cogerá apoyo sobre las rodillas del hombre que la sostendrá por los senos.

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Los más
*                 Posición permitiendo una penetración bastante profunda y una buena amplitud de movimiento vertical.
*                 El hombre puede fácilmente acariciar los senos y el clítoris de su pareja para llevarla más fácilmente al orgasmo.
Los menos
*                 Posición de equilibrio difícil de dominar.

El Kamasutra ilustrado en imágenes occidentales DESCARGAR GRATIS

Kamasutra para la mujer

Kamasutra para la Mujer – Primer capítulo:
LA PSICOLOGÍA DEL SEXO

La visión y la actitud ante la vida varían mucho sen la persona;  del  mismo  modo,  suelen  ser  diferentes  entre  la mujer y el hombre, lo que se refleja especialmente en las relaciones sexuales.
Para que ella muestre una disposición positiva hacia el sexo, por más desinhibida que sea, si no se siente deseada y estimulada por el hombre, su instinto se retraerá. En efecto, debido a la disparidad de valores culturales entre ellos, la mujer tiende a creer que si no se la requiere es porque no resulta lo bastante atractiva o no es una buena amante. Todo esto Influye Inevitablemente en su conducta erótica.
Su libido acostumbra a disminuir influenciada por una sociedad  tan  competitiva  como  la  actual,  que  da  tanta importancia al modelo estético, ya que la mujer ansía ser perfecta  y,  si  no  responde  con  exactitud  a  esa  pauta,  su autoestima decrece.
Es importante tener claro que, por una parte, también los hombres sienten inseguridad en la intimidad y, por otra, que la atracción que ella les despierta no depende exclusivamente de la perfección de su cuerpo, sino que la sensualidad es una suma de factores en la que juega un papel primordial cierta química inexplicable.
Si bien a ella un hombre puede parecerle muy atractivo, no  siempre  se  trata  de  algo  físico  porque  las  mujeres emocionalmente maduras suelen inclinarse hacia el conjunto d la   personalidad lo hombres   pocas   veces   logran comprenderlo. Contra lo que ellos pueden suponer, la mujer no va en busca del amante más experto sino de aquel que al hacer el amor la haga sentirse de verdad deseable.
Igualmente, la sensibilidad femenina advierte cuando él va a los estímulos fáciles con la idea fija de la penetración sin atender a sus deseos, lo que hace que ella se inhiba y deje de participar.
Para disfrutar realmente de la sensualidad no es posible dejar de lado ciertos aspectos psicológicos concretos, ya que después de un día difícil en el hogar o en el trabajo, si se está cansada y  colmada de tensiones, es raro tener una buena disposición para el sexo; lo mismo sucede si se está pasando una temporada de estrés o de conflictos emocionales.....